El 2 de noviembre – Día de los Muertos -, y 6 años después de “Anastasis”, Dead Can Dance hace justicia a su nombre. El noveno álbum del grupo, “Dionysus”, surge en un día de otoño, a través de un escenario de inspiración pagana, como una celebración del renacimiento de un antiguo mito. Una llegada digna de la apoteosis que se escucha en la primera música del disco: “Sea Borne”. Los más de 35 años de carrera de Brendan Perry y Lisa Gerrard son la prueba de que nunca dejan nada al azar. Pero si “Anastasis” fue el resultado de un genio artístico sin parangón, ¿qué visión podría superar a “Children of Sun”, “Opium”, “Amnesia” o “Kiko”?
Después de escuchar los 36 minutos de los 7 ditirambos que componen “Dyonisus”, es un hecho: ¡no supera a “Anastasis”! Pero incluso si todavía no has escuchado “Dyonisus”, sabes que no puedes esperar nada más que música que lleva la sensibilidad artística a un nivel superior. Siempre la cadencia correcta y la melancolía sublime. Este es el nivel de calidad que esperamos de un álbum de DCD. Y me atrevo a decir que el secreto del éxito transversal de DCD siempre ha sido su habilidad para crear melodías que evocan sonidos y mensajes ancestrales, que apelan a lo que hay de más primordial en nuestra especie. DCD es World Music, una fusión de culturas y tradiciones de todos los continentes, y “Dionysus” no es una excepción. Así que, los verdaderos fans no se decepcionarán.
“The Mountain” y “The Invocation” te deleitarán con su inspiración celta y las improbables fusiones con instrumentos aborígenes de Australia. “The Forest” y “Psychopomp” te encantarán – paso la redundancia – con los cánticos hipnóticos de Lisa Gerrard. En “Liberator of Minds” y “Dance of the Bacchantes” se adivina la influencia de las tradiciones indígenas del norte de África, de los pueblos mediterráneos y balcánicos, con una apelación irresistible al ritual de la danza.
En este punto, debo hablar sobre el concepto detrás de “Dionysus”. Para los que han leído “El origen de la tragedia en la música” de Nietzsche, es evidente que esta obra maestra del siglo XIX acaba de ganar la banda sonora perfecta. El principio de fusión y unión, aliado a la belleza estética de la sonoridad de DCD, hace de “Dionisio” la representación sonora del abrazo entre lo dionisíaco y lo apolíneo, resultando en una obra superior traída desde la antigua Grecia al siglo XXI. Incluso la ausencia de una sola palabra inteligible no interfiere con la capacidad de comunicación del álbum. Pero por eso se llama “Dionysus” y no “Apolo”. De principio a fin, la glosolalia nos hace olvidar quiénes somos (o encontrar quien realmente somos). Se rompen las barreras lingüísticas, ya que no son más que arbitrariedades, convenciones y murales erigidos entre la gente.
Las palabras nunca podrían entrar en las profundidades de la esencia dionisíaca, por eso, estos 7 ditirambos no podrían aspirar a ser nada más que una forma de arte trágica, en el sentido helénico. Por eso, el sentimiento que permanece después de escuchar a “Dionysus” es el de una identificación mística con las fuerzas primitivas del mundo. De hecho, puedo decir que la música de DCD existe en un reino más allá del lenguaje, más allá de la conciencia y la racionalidad. Algo que la legión de seguidores que han acompañado a DCD a lo largo de los años seguro ha sentido antes. Aunque no sea mejor que los álbumes anteriores, “Dionysus” es, al reproducirse en loop constante, el apogeo de la visión simbólica de la DCD.
Excelsa reseña de uno de mis grupos preferidos
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Gracias 😊
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